La posibilidad que siempre está presente

La posibilidad que siempre está presente en tu vida es la de dejar de hacer para llegar a Ser y simplemente descansar en este néctar de pura conciencia que siempre está aquí”. Gangagi

Hoy es el último día de este fin de semana. He estado inmersa en la felicidad de ser, en una simplicidad que me emociona. Hoy domingo, al levantarme, sin darme cuenta me voy al futuro lunes que me espera mañana, entro en un malestar sensorial que luego reconozco como queja y enfado con el exceso de trabajo que me quitará la posibilidad de sentirme plena como este finde. Qué rápida va mi mente.

Al tenderme en el suelo de la sala, este malhumor me tiene cogida y al escuchar las consignas de la práctica mi queja sigue… Me doy cuenta, eso me permite soltar y disponerme abiertamente a la experiencia directa que me propone Jorge.

Siento el ángulo que forman mis brazos, estoy aquí, sentir mis huesos, mis músculos… aquí, en el movimiento…

Descubro las fibras de los trapecios, puedo diferenciar en cada ángulo las distintas fibras. ¡Me encanta!¡Qué bello es sentir este músculo! Sin más.

La belleza de vivir, lo orgánico, lo que soy. En esa simplicidad.

Observo un lado: la rotación externa del hombro, la articulación liberada. La sensación de redondez de un brazo natural, la concavidad para acoger… De nuevo me sobrecoge la belleza y lo expreso en voz alta.

El otro lado: sigue en rotación interna, en defensa, la autoprotección…

Mi predisposición a trabajar el otro lado es de alegre investigación.

Disfruto con mi trapecio, soy el trapecio. Estoy plenamente en él.

Al final de la práctica, tumbada, los dos brazos forman una concavidad ligera, llega una emoción que crece, no sé qué es, ni ahora me importa.

Llanto… mis gemidos resuenan en la sala, me siento acompañada en un toque en mi pie y por la presencia de todos. No sufro, siento una tristeza del alma.

He llorado tanto esta tristeza. Llorar es un bálsamo para un corazón que aún se siente enjaulado en el centro de estos brazos.

En días posteriores sigue la tristeza de haber perdido la conexión plena con el instante, con la maravilla de lo que somos. Siento como si la sociedad, la escuela, la familia, el mundo profesional, todo me alejaba de mi saber infantil, natural y sencillo. Es un duelo por todos los años en que no he podido reconocerme.

Han aparecido síntomas físicos, malestar y luego más abertura y más comprensión: aquello que me habita en ese cuenco-corazón entre dos brazos redondeados, es nuestro aliento común y nunca lo pierdo aunque me lo parezca. Las apariencias…

Gracias infinitas Jorge por tu transmisión.

O.R.

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