Mi oportunidad

Un desgarro gemelar me brindó la oportunidad de conocer el trabajo de Jorge R. Gomariz, no porque me preocupara la lesión y decidiera buscar un remedio alternativo a la medicina para el desgarro, sino porque los 15 días de baja laboral me dio el tiempo que necesitaba para parar y poder dedicarme a la lectura del libro Estiramientos de Cadenas Musculares.

La conexión con el libro fue inmediata, diría incluso abrumadora, mágica. Las palabras de Jorge no llegaron a mi razón ¡sino directas a mi cuerpo!… Sentía cómo mi respiración se ampliaba al leer, cómo mi espalda, mis hombros, los dedos de mis pies iban reaccionando a cada frase y cada palabra del libro… Cada parte de mi cuerpo fue percibiendo las tensiones innecesarias con las que convivía habitualmente e iban buscando un lugar en el espacio donde sentirse más distendida: con menos rigidez dentro del zapato, entre los límites del sujetador, descolgar mis hombros de la percha en la que vivían; y todo esto sólo a través de la lectura.

Llego el momento en el que ya podía caminar dentro de unos zapatos de tacón anchos y altos (para acortar mi gemelo lesionado) y apoyada a una muleta. Así conjuntada iba de aquí para allá, dolorida en mi pierna, por el largo pasillo de mi casa: de una habitación al salón, del salón al baño, de mi cuarto al estudio. De repente y sin pensarlo, en uno de estos lentos recorridos tiré la muleta al suelo y mientras caminaba mis brazos, despacio, se elevaron instintivamente como queriendo tocar el techo y cuál fue mi asombro cuando dejé de sentir dolor al caminar… bajaba los brazos y regresaba el dolor, los subía y desaparecía. ¡Había descubierto el significado de las cadenas musculares!

Ante tal alumbramiento rápidamente me hice con una gran manta áspera para convertir el frío suelo de mi salón en una especie de moqueta, extendí una esterilla y comencé a explorar las prácticas que proponía aquel enigmático libro.

Al principio practicaba una vez a la semana y fui sintiendo poco a poco cómo mi cuerpo iba pasando de ser un conglomerado muscular arrastrado por mis pensamientos a ser el molde plástico perfecto dentro del cual mis emociones y mi mente se acoplaban perfectamente, un lugar donde tomar tierra y meditar calmadamente en mi cuerpo.

Era tan placentero sentir mi estructura, mis cadenas musculares y percibir cómo estas reaccionaban después de tantos años de olvido y tensiones crónicas que ya no pude dejar de practicar periódicamente.

Con el tiempo llegó la fluidez cotidiana de mi movimiento y con ella los comentarios de las amistades: «¿tú qué estas haciendo?¡oye, que ya no te reconozco por el andar!».

Y un tiempo más tarde, llegó por fin la oportunidad de profundizar más en el trabajo con cadenas musculares. Soy médica y por vocación no puedo dejar de investigar y hacerme con los métodos que descubro tan sanadores, respetuosos, sencillos y a la vez tan transformadores.

Mi rumbo ha cambiado y mi nave también.

Gracias.

L.G.M., julio 2010